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"Y es que el universo siempre conspira a favor de los soñadores"

lunes, 22 de diciembre de 2014

III. Relojes de arena.

Vístete de sábado, anúdate un lazo y olvídate en la puerta de mi casa tras haber llamado.

Arranca mi  pijama y la piel que me mata. Desnúdame, muérdeme y olvídame después.
Abre el cajón de la izquierda, mezcla todos los colores que el que no espera por nadie te permita y dibújanos perfecta la sonrisa, que ella y yo ya nos encargaremos de borrarte de nuevo.

Vísteme de día, engáñame de noche y abandónala a ella en algún indeleble bosque donde no conozcan (aún) los amaneceres. Entiérrala si quieres. Lejos de mí, pero sobretodo de ti. Lejos de nosotros, lejos del sofá. Lejos de casa.
Rompe las manecillas de todos esos relojes, que suicidas, van amontonándose en tu cuello y haz con ellas un puente que te ayude a volver a la misma realidad que a mi me abandona en noches como ésta.
Bésame cuando esté contigo y abrázame cuando deje de estarlo para que sepa volver de nuevo a nuestro lado.

Y si ves que tardo, lléname de arena y golpéame hasta romperme, y quizás así se detenga mi tiempo y el tuyo comience.


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