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"Y es que el universo siempre conspira a favor de los soñadores"

viernes, 12 de septiembre de 2014

Curvas de orgía.

Ella es una de esas chicas que amanece con menos ropa de la que cuenta en el momento que decide apagar el día y meterse bajo el nórdico. Es de esas a las que las sábanas hacen cosquillas solo para cometer deslices con su piel inducidas por sus curvas de orgía. De esas que hasta las camas de matrimonio se la quedan pequeñas. Es una de esas chicas que al despertarse arquean la espalda y bostezan arrascándose la cabeza mientras se dan los buenos días abriéndose una birra bien fría.
Una de esas a las que cualquier gato callejero envidia por sus despertares, su columna o sus ojos.

Es una de esas chicas 11 que van en tacones del 13 poniéndote a 100 con solo una mirada. De esas de las que se muerden el labio inferior a modo de último aviso. De las que se recorren sedientas el labio superior con la punta de su lengua invitándote a perderte en sus juegos. En ella. Es la jodida mujer fatal de los Burning y la excitante bruja consumada de Andrés Calamaro.

Es una de esas chicas que lleva la señal de peligro tatuada en los lugares menos pensados, o más mágicos, de su cuerpo. De esas que en sus ojos se lee el desasosiego que tiene llevar demasiados inviernos sola y cuya sonrisa avecina un sinfín de catástrofes. Una de esas chicas a las que las jodes un día y te destrozan el alma y es que sus contoneos dejan escrito en el aire la palabra “caos”, y ya si se gira y te hace levantar la vista de sus piernas sabes que justamente ahí empieza tu ruina.

Tu mejor ruina.

Para que me entendáis, ella es la chica que hace perder la cabeza a las esquinas de Montera con sus faldas tan cortas, la que enciende las luces de Callao en pleno diciembre con solo un guiño de ojos. La única capaz de cortar el tráfico en Madrid y cualquier respiración en cualquier lugar, la que de lejos te acelera el corazón y a escasos centímetros te lo para, pero también es la misma que juega a enloquecer al silencio de una calle vacía de Madrid con el ruido de sus tacones.

Ella siempre ha sido ella. La que jugaba al amor en esas noches de verano y de la que siempre acababa enamorado yo.
En cualquier día, en cualquier noche.


1 comentario:

  1. me gusta, todas las mujeres deberíamos sentirnos así al menos una vez en la vida.

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